LA POLICÍA NO LOS AYUDÓ Y CUANDO SU FAMILIA LO HALLÓ UNA FISCAL RECLAMÓ QUE NO LE AVISARON
Fue vendido, pero Wilmer logró que su familia lo rescate de la esclavitud en Perú
81 días después de su desaparición en Bolivia, los padres del joven de 23 años con discapacidad mental lo encontraron con la apariencia de un náufrago. Cuidaba conejos para una mujer que dijo que lo compró a un pastor.
Pasaron 81 días desde que Lidia reportó la desaparición de Wilmer, su hijo de 23 años. Después de recorrer 551 kilómetros, lejos de su hogar y de su país, un día tocó la puerta de una pequeña casa usada como criadero de conejos de raza cuy, en Arequipa, Perú, le abrió un hombre alto con una barba de náufrago, sucio y en chinelas. Con una sonrisa, él extendió sus manos cubiertas de ampollas, a pesar de su apariencia, ella lo reconoció de inmediato por el brillo de sus ojos, era su primogénito Wilmer, a quien una mujer esclavizó en una comunidad.
Pese a que sufre una discapacidad mental, el 30 de octubre de este año –cuando llevaba casi tres meses desaparecido– Wilmer logró enviar un mensaje a su familia en La Paz desde Yura Viejo, una localidad rural en Arequipa. Un hombre, que entendió su situación, se comunicó con la familia del joven por WhatsApp y le dijo que Wilmer pedía que lo rescaten de las condiciones de esclavitud en la que vivió a manos de una mujer peruana que aseguró que “lo había comprado en Bolivia y tenía papeles”.
Una búsqueda sin ayuda
Lidia, es portera de un colegio y su esposo, un maestro del área rural. Ambos llegaron a Yura Viejo sin ayuda de la Policía Boliviana y menos de la Fiscalía.
La mujer relató que los funcionarios de ambas instituciones les dieron a entender que la única forma de hallar a su hijo, desaparecido desde el 12 de agosto, era investigando por su cuenta.
“(En Perú, los pobladores de Yura Viejo) no querían ayudarnos, tenían miedo de meterse en un problema, pero una mujer pidió ver la foto de mi hijo, lo reconoció y nos señaló una casa donde lo tenían trabajando criando conejos cuy y cosechando alfa alfa en un cerro. Tocamos la puerta de esa casita y me abrió él. Al ver a mi hijo, me puse a llorar, él sólo me miraba como un niño; sonreía. ‘Hijo, ¿dónde has venido a parar? ¿Quién te ha traído aquí?’, le he dicho. ‘Hijo, te he encontrado’, le abracé”, relató Lidia a Página Siete.
“Estaba sucio, su barba crecida, las manos maltratadas con heridas y chinelas en sus pies. Dentro de mí pensé: ‘Mi hijo parece ese náufrago de la película (personificado por Tom Hanks)’”, recordó la madre.
Al percatarse de su presencia en el lugar, primero se les acercó un “caballero” y luego una mujer. Los padres informaron que llegaron para rescatar a su hijo, pero ellos se opusieron y afirmaron que eso lo tenía que autorizar “la patrona”.
“La señora ha dicho que lo han comprado en Bolivia, tiene papeles”, les dijo la mujer. Entonces los padres se vieron obligados a recurrir a la Policía de Perú, instancia que verificó que se trataba de un delito de trata y tráfico de personas, por lo que autoridades sacaron de esa vivienda a Wilmer.
Después, lo primero que Lidia y su esposo hicieron fue comunicarse con sus otros tres hijos que estaban pendientes de ellos en su casa, en la ciudad de El Alto. Wilmer es el mayor de dos mujeres y un niño, que también tiene discapacidad mental, pero era quien insistía más en ver a su hermano, por lo que los padres realizaron una videollamada.
“Mami, ahora tienes que comer y recuperarte, muy flaca ya estás”, le dijeron sus hijas a Lidia. Ella admite que “había abandonado (descuidado)” a su esposo y a sus tres hijos durante los tres meses que pasó buscando a Wilmer por todas las calles de La Paz y El Alto.
¿Cómo desapareció?
Lidia contó que desde 2019 Wilmer tenía la costumbre de viajar solo al municipio de Batallas, donde viven sus abuelos paternos y donde un profesor que de forma gentil aceptó darle clases en uno de los colegios. No recibía tareas complicadas, sólo copiaba textos y hacía dibujos.
Esa rutina se repitió el 12 de agosto, el joven llegó al colegio y pasó sus clases, pero ya no llegó a casa de los abuelos, que acostumbraban a llevarlo de regreso los días sábados. Lidia presentó la denuncia de la desaparición en la Policía el lunes 14, en el municipio de Huarina.
“La Policía no me dio ninguna ayuda, sólo hicieron el afiche de desaparecido. Cuando me llamaban, sólo me preguntaban ‘Señora, ¿qué ha hecho usted? ¿Dónde ha ido? ¿A qué medio de comunicación ha ido? ¿Dónde ha colado los afiches de su hijo? Tiene que sacar fotos, tiene que entregarme descargos de lo que está haciendo’, eso me dijo el investigador”, relató Lidia.
En el caso de la Fiscalía, Lidia contó que todos los requerimientos para que se investigue la desaparición de su hijo los gestionó ella y los fue a entregar a Migración, Interpol y otros lugares. Ante la indiferencia del Estado, su esposo le dijo: “Entonces, nosotros tenemos que investigar”, ella le respondió que sí. Estaba segura de que, si su familia no hacía nada, nunca encontraría a su hijo.
Así peregrinó la madre, todas las mañanas salía a pedir ayuda a quien pudiera colaborar, visitó canales de televisión para pedir que publiquen una nota sobre su hijo, pero pocos le dieron espacio. Llegó a un medio escrito en La Paz, donde le negaron la ayuda y en cambio le ofrecieron un espacio pagado que le costaría 700 bolivianos.
“No había rastro de él, era como si se lo hubiera tragado la tierra”, señaló. Fue así que un profesor que conocía a Wilmer avisó a la familia que él lo había visto el 18 de octubre en la zona 16 de Julio de El Alto, pero, claro, no le causó alarma porque no sabía que estaba desaparecido.
Por su discapacidad y el trauma que sufrió debido a la situación en la que fue encontrado, ahora Wilmer es más callado y no dio detalles de cómo fue que llegó hasta ese pueblo peruano. Sin embargo, de forma general, Lidia y su esposo lograron que les cuente algunos hechos.
El joven, quien siempre fue muy confiado y amigable con las personas, le contó que había conocido a una mujer en El Alto, ésta lo había llevado ante un pastor en una iglesia que presumen está ubicada en la zona Garita de Lima en La Paz. Allí durmió hasta que se presentó “Eloísa Moscoso”, la mujer que dijo haberlo comprado. “No sé si será su verdadera identidad, mi hijo había anotado ese nombre en su cuaderno”, mencionó Lidia.
Al parecer, Wilmer fue sacado del país por el municipio de Desaguadero, fronterizo con Perú, hasta donde el supuesto pastor los acompañó. Lidia relató que para ella lo más importante fue hallar a su hijo y tenía urgencia por llevarlo a su hogar, por lo que accedió a firmar un documento que le dieron los policías de Perú; en él, ella desiste de presentar cualquier denuncia contra la supuesta raptora.
Las llagas de las manos de Wilmer cicatrizaron y por las redes sociales circula su historia. La noticia tomó desprevenidos a policías y fiscales, que no tenían datos del caso. Lidia contó que una fiscal de El Alto la citó para que declare, no sin antes reclamarle por qué no le avisó del rescate. “Ahora estoy pendiente de mi hijo, todos lo miman en la casa y yo llamo y escribo a mis hijas para preguntarles dónde están y a qué hora llegarán a la casa. Confío en Dios, sé que mi hijo va a volver a hablarme como antes”, dice Lidia con esperanza.
“Tocamos la puerta de esa casita y me abrió él. Al ver a mi hijo, me puse a llorar, él sólo me miraba como un niño; sonreía”.
Lidia, madre de Wilmer
Falta de recursos
Demora El abogado y exinvestigador de la Policía Abel Loma criticó la pasividad con la que los responsables de las unidades de lucha contra la trata y tráfico de personas actuaron, pues el tiempo transcurrido sin investigar benefició a los delincuentes que raptaron a Wilmer.
Infraestructura Sin embargo, reflexionó sobre las limitaciones de equipos y personal que tiene la Policía y la Fiscalía, por las cuales no se puede encarar una investigación seria y efectiva.
Fuente: Página 7