El narco mexicano se presenta como el buen samaritano de la pandemia
El espeso bigote del Chapo Guzmán, el narcotraficante mexicano más televisivo de todos los tiempos, ha vuelto a sorprender a la opinión pública del país. Su imagen apareció impresa en las cajas de alimentos que su hija Alejandrina, de 36 años, se dedicó a repartir entre ancianos de colonias populares del estado de Jalisco, a los que el coronavirus hace más pobres cada día.
“Me duele ver a los cárteles hacer algo que debería hacer el Estado”, declaró en conversación telefónica el senador Emilio Álvarez Icaza, referente en la defensa de los derechos humanos. “Parece que los narcos tienen más sentido de la oportunidad que los políticos. Me disgusta admitirlo –insiste–, pero es una estrategia inteligente con la que quieren ganarse a una población que desconoce las políticas sociales”.
La hija del Chapo entrega en los barrios pobres de Jalisco ‘chapodespensas’ con la cara de su padre
Escasez de agua, calles sin asfaltar y viviendas con el techo de hojalata. Así son los poblados que la semana pasada visitó la hija del Chapo en su camioneta de gama alta. Ningún periodista estuvo presente, pero todo México pudo ver las fotos colgadas en las cuentas de Facebook y Twitter del narco. Muestran a una joven que regala cajas de alimentos con la imagen de su padre. Parecería una entrega de Amazon si no fuera porque ella tiene las uñas y las cejas demasiado cuidadas y el anciano unas ropas humildes y zapatos miserables.
Nadie diría que Alejandrina es la hija del primer matrimonio del que fue el jefe del cártel de Sinaloa, el mismo que hace pocos meses relató ante los jueces de Nueva York como torturaba a sus rivales sacándoles los dientes y cómo corrompía a políticos y militares. El hombre que amasó una inmensa fortuna y que ahora cumple cadena perpetua.
Esa mujer apareció la pasada semana en una cuenta de Facebook retransmitiendo en directo cómo preparaba la despensa para los viejitos necesitados. Parecía una voluntaria de un banco de alimentos.
Lo hizo un día después de que el gobernador Enrique Alfaro anunciara el plan “Jalisco sin hambre” para combatir el empobrecimiento que está ocasionando la pandemia entre los sectores populares. En Jalisco hay más de dos millones de pobres. El narco conoce bien ese territorio, aunque ahora las nuevas generaciones vivan en zonas lujosas de Guadalajara y estudien en universidades privadas. El Chapo salió de uno de esos lugares de miseria.
“Nos encontramos aquí en la casa de la familia del Chapo Guzmán preparando las chapodespensas para aportar nuestro granito de arena a la contingencia y llevarlas a las personas de la tercera edad”, relata una voz radiofónica mientras aparece en streaming su hija empaquetando cajas de alimentos. La retransmisión muestra también a otras dos jóvenes que la ayudan llevando una mascarilla con la figura del narcotraficante.
“Quieren demostrar que están ahí y que tienen una base social”, explica José Reveles, periodista experto en narcotráfico y autor del libro El Chapo. Entrega y traición . Reveles cree que los cárteles están pasando un mal momento con el coronavirus. “Ahora tienen que ir con más cuidado porque hay poca circulación en las calles”.
No es la primera vez que ocurre. El primer reparto de alimentos llegó con el cártel del Golfo. El grupo que en Tamaulipas controla los pasos fronterizos a Texas. Hombres armados repartieron alimentos en bolsas que tenían una pegatina con el nombre de la organización. A los pocos días hicieron lo mismo sicarios del cártel Jalisco Nueva Generación, que compiten con el cártel de Sinaloa por el control de la costa del Pacífico que llega hasta EE.UU.
“Quieren ganar legitimidad y disciplina en los territorios donde actúan”, comenta Sandra Ley, investigadora sobre crimen organizado del Centro de Investigación y Docencia Económica. “Es algo que hemos visto en otros grupos criminales. Hacen favores cuando les conviene, pero no dejan de utilizar la violencia”. El pasado lunes siete personas fueron ejecutadas en Jalisco. La media del país en los últimos meses es de ochenta diarios.
Una violencia que algunos olvidan cuando ven las cajas de alimentos con la imagen de el Chapo , el narco con un bigote como el de Pancho Villa. Un símbolo de poder y machismo que hicieron desaparecer los agentes de la marina mexicana que lo detuvieron en el 2016. Después sería extraditado a Estados Unidos y condenado a cadena perpetua. Muchos se preguntan si conserva su famoso mostacho, el mismo que su hija imprime como símbolo de un poder que quiere sacar provecho al coronavirus.