Los ojos que descubren los misterios del Gran Paisaje Chaco-Pantanal
Revista Nómadas
En el mágico corazón de Sudamérica se extiende un tesoro natural de proporciones épicas: el Gran Paisaje Chaco-Pantanal. Este territorio espléndido, compartido por Bolivia y Paraguay, abarca una extensión de 19 millones de hectáreas, de las cuales 9 millones están protegidas bajo diversas categorías de conservación. La magnitud de esta área vital revela su importancia crítica para la biodiversidad y la ecología regional, convirtiéndose en un bastión vital para la conservación de numerosas especies.
El Gran Paisaje Chaco-Pantanal es un monumento natural de riqueza inigualable, albergando en su seno una diversidad biológica que desafía la imaginación. Sus inigualables llanuras y extenso bosque albergan una asombrosa variedad de vida, desde majestuosos jaguares y esquivos tapires, hasta innumerables aves que surcan los cielos y poblaciones de peces que viven en el vientre de sus acuíferos.
La importancia de este paisaje va más allá de su deslumbrante biodiversidad. Su conservación es fundamental para la regulación climática regional y global, así como para la protección de valiosos ecosistemas acuáticos y terrestres. Explorar el Gran Paisaje Chaco-Pantanal es sumergirse en un mundo que no tiene parangón, donde la naturaleza se despliega en toda su majestuosidad. Cada rincón de este imprescindible territorio encierra secretos y maravillas que aguardan ser descubiertos, recordándonos la importancia de proteger y valorar nuestro entorno natural.
Un tapir camina a paso decidido por el Gran Paisaje Chaco-Pantanal. Foto: Fundación Nativa.
Este escenario palpita con intensidad, atravesando los bosques y abrazando el Pantanal boliviano, adentrándose en el Bosque Seco Chiquitano y los frondosos bosques del chaco, para desembocar finalmente en Paraguay como una entidad singular y vibrante. Es un espectáculo natural, una sinfonía de aves que anuncian las estaciones y llevan consigo la vida.
Por las entrañas del Gran Paisaje viajan río indómitos y parsimoniosos, reflejando durante las noches diáfanas el brillo plateado de la luna. En sus orillas, bosques tupidos se mecen al compás del viento, hogar de innumerables criaturas nocturnas. Entre las sombras, los ojos curiosos de los capiguaras y los armadillos observan con cautela, mientras los ciervos de pantanos se adentraban en la maleza en busca de agua fresca. A lo lejos, se escuchan los gorjeos de las aves habladoras, acompañando el suave murmullo de los pueblos chiquitanos, guaraníes y ayoreos que, en armonía con la naturaleza, comparten la historias de tierra adentro.
En este mundo de ensueño, cada criatura, grande o pequeña, encuentra su lugar y su protección en la vastedad de la naturaleza. El Gran Paisaje Chaco-Pantanal es mucho más que un camino físico; es un símbolo de coexistencia y respeto mutuo entre los habitantes de la tierra y sus moradores más silenciosos y bullangueros, una danza que amenaza no ser eterna cuando los incendios forestales que llegan puntuales cada año y la deforestación avanzan sin límites en esta región de Bolivia.
Explorar el Gran Paisaje Chaco-Pantanal es sumergirse en un mundo que no tiene parangón. Cada rincón de este imprescindible territorio encierra maravillas que aguardan ser descubiertos.
En el corazón de este paisaje se encuentra el Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasu, conocida también en lengua indígena como El Gran Refugio. Este lugar protegido por las leyes del hombre fue creado en 2019 por el Gobierno Autónomo Indígena Guaraní de Charagua, en el departamento de Santa Cruz, Bolivia. Para los guaraníes, este territorio ancestral es mucho más que un espacio natural protegido; es su hogar, su historia y su futuro.
La crisis ambiental no es ajena al Gran Paisaje Chaco-Pantanal. Foto: Maicol Albert.
En Ñembi Guasu, el tiempo parece detenerse. Cada rincón de este paisaje esconde una historia, una leyenda, un conocimiento transmitido de generación en generación por los guaraníes, quienes ven en este lugar la manifestación de su identidad y su espiritualidad.
En este teatro de la realidad, cada criatura desempeña un papel único y vital en el delicado equilibrio del ecosistema. Desde el majestuoso jaguar, el rey indiscutible de estas tierras, hasta el pequeño y escurridizo tapir, cada animal tiene una historia que contar, un papel que desempeñar en el gran drama de la vida en la selva.
Pero más allá de la belleza y el encanto de estas especies, el Gran Paisaje Chaco-Pantanal es un tesoro de biodiversidad con un valor incalculable para la conservación. Aquí, en medio de la exuberante vegetación y los humedales serpenteantes, la vida bulle en cada rincón, mostrando un panorama de vida salvaje en su estado más puro y prístino.
Este escenario palpita con intensidad, atravesando los bosques y abrazando el Pantanal boliviano.
Para proteger y preservar esta maravilla natural, los investigadores han recurrido a la tecnología de las cámaras trampa, colocadas estratégicamente en puntos clave para capturar la vida de estos animales en su entorno natural. Estas cámaras actúan como testigos silenciosos de la vida en la selva, registrando cada movimiento y actividad con una precisión asombrosa.
La fuente de vida circula por las entrañas del monte. Foto: Maicol Albert.
Gracias a estas cámaras, los científicos han podido descubrir nuevos comportamientos, identificar poblaciones vulnerables y comprender mejor la dinámica de estas especies en su hábitat natural. Estas imágenes no solo nos muestran la belleza y la diversidad de la vida salvaje en el Gran Paisaje Chaco-Pantanal, sino que también nos recuerdan la importancia de proteger estos ecosistemas únicos y frágiles.
En un mundo donde la destrucción de los hábitats naturales y la pérdida de biodiversidad son una realidad cada vez más urgente, el Gran Paisaje Chaco-Pantanal se destaca como un ejemplo de lo que podemos lograr cuando nos comprometemos a proteger y preservar nuestro entorno natural.
Fundación Nativa llevó a cabo una valiosa misión de investigación y conservación. A través de cuatro campañas de instalación de trampas cámara en el área del ACIE Ñembi Guasu, se sumergieron en un mundo de misterio y descubrimiento.
El Gran Paisaje Chaco-Pantanal es mucho más que un camino físico; es un símbolo de coexistencia y respeto mutuo entre los habitantes de la tierra y sus moradores más silenciosos y bullangueros.
Utilizando un total de 40 trampas divididas en 20 estaciones dobles, y con un total de 1.946 noches de trampas, cada campaña se extendió por 60 días, capturando momentos únicos y reveladores de la vida salvaje. Las imágenes recopiladas, un total de 93.628 fotos y 26.774 eventos de fauna, ofrecen un vistazo íntimo a las especies que habitan esta región tan especial.
Las zonas de las campañas fueron cuidadosamente seleccionadas en función de las amenazas presentes, permitiendo así evaluar el impacto de estas amenazas en la diversidad del ACIE. Los resultados, plasmados en el índice de Shannon Weiner de 2,30 para Ñembi Guasu, revelan una diversidad media-alta, indicando la importancia de conservar y proteger esta área.
Los datos de frecuencia de captura de las trampas cámara también proporcionan información valiosa sobre las presas del jaguar, como taitetú y anta, sugiriendo la presencia de este majestuoso felino en la zona. Aunque los registros directos del jaguar son limitados, la presencia frecuente de sus presas indica su posible existencia en Ñembi Guasu.
En resumen, la labor de la Fundación Nativa en el ACIE Ñembi Guasu ha sido fundamental para comprender y preservar la rica biodiversidad de esta región. Cada imagen capturada por las trampas cámara es un recordatorio de la belleza y fragilidad de la vida salvaje, y un llamado a proteger estos ecosistemas para las generaciones futuras.
***
Esta Crónica fue realizada en el marco del proyecto ganador de Fondos Concursables de Piensa Verde 2023.