Los chinos se cuentan

Pekín moviliza a siete millones de funcionarios para elaborar el censo, el séptimo desde 1953

¿Confundido porque alguien llama a tu puerta para hacerte preguntas muy personales? No temas, no estás solo”. Con este curioso mensaje, la página web The Beijinger (El Pekinés) informaba hace días de que China se prepara para elaborar su censo nacional, el primero en diez años en el país más poblado del mundo. Es “la mayor movilización social en tiempos de paz” dijeron sobre el proceso los medios chinos hace justo una década.

Como suele suceder con el gigante asiático, las cifras que se manejan marean a los no iniciados. En esta edición, la administración planea movilizar a siete millones de funcionarios, que tendrán que ir puerta por puerta recopilando datos como nombre, número de identidad, edad, género o nivel educativo entre otros detalles personales: les sale a unos 250 hogares por cabeza. Está previsto que inicien su tarea el 1 de noviembre y se prolongue durante 40 días, aunque en algunas zonas, como la capital, ya han comenzado.

Inquieta la caída acusada de la natalidad y el envejecimiento, agudizados desde el último censo del 2010

Para facilitar su composición, la Oficina Nacional de Estadística (ONE) china permitirá por primera vez que los ciudadanos puedan enviar sus datos personales a través de una la red social WeChat, la aplicación estrella entre los chinos, que integra servicios similares a WhatsApp o Facebook en uno solo. Además, un 10% de los hogares serán seleccionados aleatoriamente para cumplimentar formularios más largos que permitirán obtener una información demográfica “más detallada”.

Por su excepcionalidad, la elaboración del censo es un evento marcado en rojo en el calendario chino. El primero tuvo lugar en 1953, solo cuatro años después de que Mao Zedong proclamara oficialmente la República Popular China, y le siguieron el de 1964 y 1982. En 1990 ya se estableció su elaboración cada diez años, por lo que el de este año es el séptimo de la historia moderna. Aunque esta tarea en principio carece del atractivo de otras misiones, el director de la ONE, Ning Jizhe, resaltó que la redacción del censo es “muy importante” para la ciudadanía, ya que de esos datos “precisos y detallados” dependen en parte las políticas de infraestructuras y servicios públicos a aplicar por el Estado. Por ejemplo, el número de niños y ancianos registrados constituye la base para planificar la edificación de escuelas y geriátricos. También sirve para evitar que sigan surgiendo las llamadas ciudades fantasma , localidades con cientos de viviendas y negocios vacíos levantadas de la nada después de que los gobiernos locales sobrestimaran el posible crecimiento de su población.

Además, esta séptima edición será muy útil para comprobar el estado demográfico de China, donde el envejecimiento acelerado de la población y su acusado descenso de la natalidad y la población activa plantea serios retos a largo plazo. En el 2010, un 13% de los 1.340 millones de habitantes de la China continental tenían 60 años o más, un 2,9% más con respecto a la década ante-rior. Al mismo tiempo, el número de chinos de 14 años o menos

registró un descenso del 6,3%.

Es muy probable que esa brecha se haya ensanchado en la última década. Según las propias estimaciones del Gobierno, el porcentaje de mayores de 60 años era del 18% el año pasado. Ese mismo 2019, la ONE registró un total de 14,65 millones de nacimientos, casi 600.000 menos que el año anterior, lo que supuso la cifra más baja desde 1961.

Otras naciones, España incluida, han registrado procesos similares. Sin embargo, sus sistemas de Seguridad Social cuentan con muchos más años de rodaje que el chino, lo que les permiten afrontar con mayores garantías la presión que genera la reducción de la población activa y el enorme gasto que suponen para las arcas estatales los servicios sanitarios y cuidados a largo plazo de los mayores. A la complejidad del problema se suma el poso dejado por décadas de política forzosa del hijo único. Aunque fue eliminada en el 2015, muchas parejas, sobre todo urbanas, no se plantean tener un segundo vástago por los gastos que conlleva. Como resultado, el babyboom tan ansiado por las autoridades nunca ha llegado a materializarse, lo que plantea serias dudas a futuro.

Fuente: LA VANGUARDIA