Invasión a Ucrania: ¿qué posibilidades hay de que Putin pierda apoyo en Rusia?

Durante la mayor parte de los 22 años que lleva el presidente ruso Vladimir Putin en el poder se ha especulado constantemente sobre lo que haría falta para provocar su salida. Los líderes autoritarios tienden a marcharse según dos escenarios (más allá de las causas naturales): forzados por la élite o por la calle.

A la luz de los acontecimientos en Ucrania, ¿ha llegado por fin el momento de que se produzca alguno de esos escenarios?

Putin parece estar aislado de sus asesores

Entre los expertos políticos rusos era generalmente aceptado que las decisiones realmente importantes en Rusia, como la anexión de Crimea o la invasión de Ucrania, eran tomadas por un pequeño círculo de asesores de los servicios de seguridad. Se trata de personas que también tienen estrechos vínculos personales con Putin que se remontan a muchos años atrás.

También hay una élite tecnocrática en Rusia que ha mantenido la economía y los servicios sociales bajo su supervisión. Y hay un grupo de ricos empresarios (los oligarcas y otros), a los que, a cambio de la obsecuencia, se les permitió seguir ganando dinero.

La primera señal de una posible fisura en el pequeño círculo de asesores de seguridad de Putin se produjo en la reunión del Consejo de Seguridad ruso del 21 de febrero, en la que Putin logró un acuerdo para que Rusia reconociera las regiones separatistas ucranianas de Luhansk y Donetsk como estados independientes. Fue esta decisión la que llevó a la aprobación parlamentaria del uso de tropas rusas para “proteger” a esas repúblicas de la agresión ucraniana, lo que provocó la invasión.

La reunión reveló que los jefes de seguridad considerados como los más allegados a Putin no estaban al tanto. Y muchos parecían incómodos y expresaron, con mucho cuidado, sus reservas. Hizo falta una humillante intimidación para que todos se pusieran de acuerdo.

No está claro de dónde obtiene Putin sus consejos hoy en día, pero un proceso de eliminación sugiere que podrían ser sólo los militares y el ministro de Defensa, Sergey Shoigu. Observadores experimentados han sugerido que incluso Shoigu pareció sorprendido cuando Putin le ordenó poner en alerta las fuerzas nucleares de Rusia.

Algunos oligarcas se distancian

Sin embargo, no hay señales de que estos preocupados y humillados miembros de la élite de la seguridad estén tan descontentos como para tomar medidas contra Putin. Y la élite tecnocrática afirma estar asumiendo lealmente la tarea de preparar a la nación para las sanciones paralizantes.

Queda la élite económica. Y aquí hay signos de descontento, en particular los oligarcas de la época de Yeltsin, como Oleg Deripaska y Roman Abramovich, que no deben totalmente su riqueza a Putin.

Deripaska, multimillonario sancionado por Occidente, ha roto filas con el Kremlin y ha pedido el fin de la guerra, al igual que Mijail Fridman, uno de los hombres más ricos de Rusia.

Abramovich, por su parte, está vendiendo el club de fútbol Chelsea, del que es propietario, y creando una fundación para las víctimas de la guerra (aunque todavía no ha condenado la guerra directamente).

Durante la mayor parte de los 22 años que lleva el presidente ruso Vladimir Putin en el poder se ha especulado constantemente sobre lo que haría falta para provocar su salida. Los líderes autoritarios tienden a marcharse según dos escenarios (más allá de las causas naturales): forzados por la élite o por la calle.

A la luz de los acontecimientos en Ucrania, ¿ha llegado por fin el momento de que se produzca alguno de esos escenarios.

Putin parece estar aislado de sus asesores

Entre los expertos políticos rusos era generalmente aceptado que las decisiones realmente importantes en Rusia, como la anexión de Crimea o la invasión de Ucrania, eran tomadas por un pequeño círculo de asesores de los servicios de seguridad. Se trata de personas que también tienen estrechos vínculos personales con Putin que se remontan a muchos años atrás.

También hay una élite tecnocrática en Rusia que ha mantenido la economía y los servicios sociales bajo su supervisión. Y hay un grupo de ricos empresarios (los oligarcas y otros), a los que, a cambio de la obsecuencia, se les permitió seguir ganando dinero.

La primera señal de una posible fisura en el pequeño círculo de asesores de seguridad de Putin se produjo en la reunión del Consejo de Seguridad ruso del 21 de febrero, en la que Putin logró un acuerdo para que Rusia reconociera las regiones separatistas ucranianas de Luhansk y Donetsk como estados independientes. Fue esta decisión la que llevó a la aprobación parlamentaria del uso de tropas rusas para “proteger” a esas repúblicas de la agresión ucraniana, lo que provocó la invasión.

La reunión reveló que los jefes de seguridad considerados como los más allegados a Putin no estaban al tanto. Y muchos parecían incómodos y expresaron, con mucho cuidado, sus reservas. Hizo falta una humillante intimidación para que todos se pusieran de acuerdo.

No está claro de dónde obtiene Putin sus consejos hoy en día, pero un proceso de eliminación sugiere que podrían ser sólo los militares y el ministro de Defensa, Sergey Shoigu. Observadores experimentados han sugerido que incluso Shoigu pareció sorprendido cuando Putin le ordenó poner en alerta las fuerzas nucleares de Rusia.

Algunos oligarcas se distancian

Sin embargo, no hay señales de que estos preocupados y humillados miembros de la élite de la seguridad estén tan descontentos como para tomar medidas contra Putin. Y la élite tecnocrática afirma estar asumiendo lealmente la tarea de preparar a la nación para las sanciones paralizantes.

Queda la élite económica. Y aquí hay signos de descontento, en particular los oligarcas de la época de Yeltsin, como Oleg Deripaska y Roman Abramovich, que no deben totalmente su riqueza a Putin.

Deripaska, multimillonario sancionado por Occidente, ha roto filas con el Kremlin y ha pedido el fin de la guerra, al igual que Mijail Fridman, uno de los hombres más ricos de Rusia.

Abramovich, por su parte, está vendiendo el club de fútbol Chelsea, del que es propietario, y creando una fundación para las víctimas de la guerra (aunque todavía no ha condenado la guerra directamente).

Este tipo de desafíos públicos por parte de los oligarcas han sido poco frecuentes en Rusia desde que el ex magnate del petróleo Mijaíl Jodorkovski fue blanco del Kremlin y pasó años en prisión por cargos que, según sus abogados, eran inventados.

Aunque algunos oligarcas están empezando a darse cuenta de que sus negocios y su riqueza están amenazados, no hay nada que sugiera un golpe de estado. No ayuda el hecho de que el presidente ruso sea elegido directamente y sólo pueda ser destituido mediante un juicio político, un proceso largo que no puede organizarse de forma conspirativa.

¿Las protestas callejeras cobrarán fuerza?

Las élites, nerviosas, podrían ser más valientes si hay suficiente tumulto en las calles. ¿Qué posibilidades hay de que las protestas populares provoquen la caída de Putin?

Putin siempre ha gozado de altos niveles de popularidad. Aportó un estilo de franqueza a la presidencia que podía ser encantador o brutal, según las circunstancias. Tuvo suerte con los precios del petróleo, que con una acertada gestión económica le permitieron presidir una espectacular mejora del nivel de vida de la población.

La insistencia constante de Putin, antes contenida, en que Rusia era por derecho una gran potencia y debía ser reconocida como tal, no perjudicó su popularidad. La anexión de Crimea en 2014 hizo que sus índices de popularidad se disparasen en un derroche de fervor patriótico (alcanzando un máximo del 89% en junio de 2015, según un encuestador independiente).

Desde entonces, ha habido un descenso, ya que la economía se estancó, el líder de la oposición Alexei Navalny fue envenenado y las elecciones fueron manipuladas. Su valoración cayó hasta el 59% a mediados de 2020 y desde entonces ha rondado el 60-70%.

La gente ha salido a la calle en innumerables ocasiones a lo largo de los años, pero nunca ha sido capaz de mantener el impulso, desvaneciéndose ante la brutalidad política, las detenciones y los encarcelamientos.

Miles de personas han sido ya detenidas durante las protestas callejeras desde el inicio de la invasión de Ucrania.

¿En qué dirección irán las cosas esta vez? Hay peticiones contra la guerra que acumulan millones de firmas, y la gente sigue reuniéndose en las calles, a pesar de los riesgos. Pero antes de la invasión, las encuestas mostraban una mejora en la valoración de Putin hasta el 71%.

Los datos anecdóticos sugieren que hay una masa en el centro que no sabe lo que está pasando en Ucrania o decide evitar saberlo. Para un politólogo, la cuestión es cómo tener en cuenta a los apáticos del medio a la hora de juzgar la capacidad de supervivencia de un régimen. ¿De qué lado se pondrán cuando las cosas se pongan serias, dado el hecho de que las sanciones occidentales están provocando un serio dolor económico?

Los que se encuentran en el medio pospondrán la toma de partido durante el mayor tiempo posible. Para muchos, la medida del dolor económico grave son las graves dificultades de los años 90, que llevaron a muchos rusos a rechazar el modelo occidental.

No hay razón para creer que un nuevo sondeo de las profundidades producirá una respuesta diferente.

*Artículo originalmente publicado por The Conversation. Por Stephen Fortescue, Profesor Asociado, UNSW Sydney