Agua potable y saneamiento en Tarija: avances lentos y deudas históricas a pesar de décadas de bonanza económica estatal

El Censo Nacional de Población y Vivienda 2024 revela que, si bien el acceso al agua potable y al saneamiento básico en Tarija ha mejorado en comparación con los censos de 2001 y 2012, los avances han sido lentos, desiguales y aún marcados por profundas brechas urbano-rurales. La situación refleja tanto logros como limitaciones, en un contexto donde el Estado Plurinacional ha destinado recursos públicos en las últimas dos décadas, sin lograr resolver los problemas estructurales de este sector en el departamento de Tarija.
Agua potable: crecimiento insuficiente
El acceso a agua por cañería de red pasó de 75,5% en 2001 a 83,6% en 2024, un incremento de apenas 8 puntos en 23 años. Esta cifra contrasta con el avance en energía eléctrica, que mostró una cobertura mucho más acelerada.
En las ciudades, el 90,5% de las viviendas cuenta con agua de red, pero en el área rural apenas llega al 68,3%. Aunque esta última cifra refleja una mejora importante respecto a 2001, cuando solo alcanzaba al 45,9%, la brecha de 22 puntos frente a lo urbano se mantiene como un obstáculo estructural.
Peor aún, en el campo el 5,8% de las viviendas todavía depende de ríos, acequias o vertientes sin protección, altamente vulnerables a la contaminación. Otras soluciones, como pozos excavados (8,2%) y manantiales protegidos (4,7%), evidencian una fuerte dependencia de fuentes locales, insuficientes frente a la variabilidad climática y las sequías cada vez más recurrentes.
En cuanto a la distribución, mientras en las ciudades el 85,1% de los hogares cuenta con agua dentro de la vivienda, en el campo apenas el 48% goza de este acceso. Para más de un tercio (35%) el grifo se encuentra fuera de la vivienda pero dentro del terreno, y para el 16,9% ni siquiera existe cañería, lo que obliga a acarrear agua, una tarea que recae principalmente sobre mujeres y niñas.
Saneamiento: un reto mayor
Los datos del censo confirman que el saneamiento básico sigue siendo la gran deuda. La proporción de viviendas sin baño cayó de 26,4% en 2001 a 8,9% en 2024, un progreso notable, pero todavía muy desigual. En el área urbana, solo 2,3% de las viviendas carece de baño; en el campo, en cambio, la cifra trepa a 23,7%, es decir, una de cada cuatro viviendas rurales.
La cobertura de alcantarillado sanitario también exhibe un contraste: mientras en la ciudad llega al 78,1%, en el área rural apenas alcanza al 12,6%. La gran mayoría de las familias rurales depende de pozos ciegos (53,9%) o cámaras sépticas (6,8%), infraestructuras que requieren mantenimiento técnico y representan riesgos de contaminación si no se gestionan adecuadamente.
Un dato llamativo es que, en términos de acceso a “saneamiento mejorado”, la cobertura rural (78,3%) aparece levemente por encima de la urbana (77,1%). Esto refleja que sistemas individuales, como cámaras sépticas y pozos de absorción, han sido masificados y considerados “mejorados” por la metodología censal, aunque no sean soluciones definitivas ni sostenibles a largo plazo.
Crítica y desafíos
El panorama muestra que, pese a los enormes recursos públicos disponibles en las últimas dos décadas por el Estado Plurinacional y los gobiernos subnacionales, Tarija no ha logrado cerrar las brechas estructurales en agua y saneamiento. El crecimiento en cobertura ha sido lento si se compara con otros servicios básicos, y el rezago rural sigue siendo alarmante.
Los avances registrados desde 2001 son innegables, pero insuficientes frente al desafío de garantizar agua segura y saneamiento digno para todos, especialmente en un contexto de crisis climática y escasez hídrica que golpea con más fuerza a las comunidades campesinas e indígenas.
El censo 2024 deja en evidencia que el acceso al agua y saneamiento sigue siendo una asignatura pendiente del Estado boliviano, donde las promesas de equidad e inversión aún no logran traducirse en soluciones universales ni sostenibles.